lunes, 4 de abril de 2022

Los últimos días de Jesús según los textos apócrifos

Los Evangelios apócrifos, o extracanónicos, son los escritos surgidos en los primeros siglos del cristianismo en torno a la figura de Jesús de Nazaret y que no fueron incluidos ni aceptados tanto por el canon de la Biblia israelita Septuaginta griega como por ninguna de las versiones de la Biblia usadas en distintos grupos cristianos como la Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa, Comunión anglicana e Iglesias protestantes.



El término apócrifo, que originalmente significaba ‘ocultar lejos’, y que luego fue derivando en “oculto” u “oscuro”, ha sido utilizado a través de los tiempos para hacer referencia a algunas colecciones de textos y de escritos religiosos sagrados surgidos y emanados en contextos judíos o cristianos. De este modo, conocemos la identidad de una inmensa cantidad de libros que las Iglesias cristianas de los primeros siglos no reconocieron como parte de la Sagrada Escritura, pero que se presentan con nombres o características que los hacen aparecer como si fueran libros canónicos.


A los Evangelios apócrifos se les dio el nombre de Evangelios por su aspecto, pero difieren de los conocidos como “canónicos” en su estilo y contenido, al ser éstos abrupta o progresivamente desestimados por las comunidades cristianas para el anuncio de la “buena noticia”.


A decir verdad, muchos de los pasajes de la vida de Jesús pertenecen a este tipo de Evangelios porque en ellos se relataba a los primeros cristianos todo tipo de anécdotas de la vida del mismo. Para Pablo de Tarso, que no pertenecía al círculo inicial de los doce apóstoles, lo verdaderamente importante en la vida de Jesús fue su muerte y resurrección. Sin embargo, algunos seguidores de éste, como los evangelistas Mateo, Marcos, Lucas y Juan, opinaban que la vida de Cristo también tenía importancia. De ahí nacieron los famosos Evangelios de la Biblia.


Los autores de los Evangelios apócrifos intentaron llenar con sus relatos los huecos que dejaban los Evangelios oficiales, como el dato de que los Magos de Oriente eran reyes y que se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar o el misterio de la mujer que enjugó con un lienzo el rostro de Cristo mientras caminaba hacia la cruz.


Según el Evangelio de Lucas, recogido en la biblia, se comenta:  “Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron!”.


Sin embargo, en el apócrifo Muerte de Pablo se escribe: Cuando mi Señor se iba por ahí predicando, y yo carecía de su presencia muy a pesar mío, quise que me pintaran su imagen, para que, mientras me veía privada de su presencia, me diese al menos consuelo su figura. Y cuando llevaba el lienzo al pintor para que me la pintara, mi Señor me salió al paso y me preguntó a dónde iba. Cuando le expliqué la causa de mi marcha, me pidió el lienzo y me lo devolvió señalado con la imagen de su venerable faz. Por consiguiente, si alguien mira con devoción su aspecto, obtendrá el beneficio de su curación».


En realidad, “Verónica” es un vocablo grecolatino: “vero icono”, que significa “verdadera imagen” de Jesús.


En el episodio de la crucifixión, los apócrifos comentan que, a la izquierda y a la derecha de Jesús, fueron crucificados dos bandoleros, pues es como los romanos llamaban a los sediciosos que se oponían a su poder. El Evangelio de Nicodemo narra que Poncio Pilato, tras oir a los judíos que deseaban la muerte del hijo de Dios, decreta su muerte del siguiente modo: “Tu raza te ha rechazado como rey. Por eso, he decidido que en primer lugar seas azotado según la costumbre de los reyes piadosos, y luego seas colgado en la cruz en el jardín donde fuiste apresado; y que los dos malhechores Dimas y Gestas sean crucificados juntamente contigo”.


Justo cuando se narra en el Evangelio de Juan,“Pero cuando llegaron a Jesús, al verle ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le abrió el costado con la lanza. Y al instante brotó sangre y agua”, en el Evangelio de Nicodemo y en una presunta carta de Pilato a Herodes se revela el nombre del soldado, Longino, y su cargo, centurión.


Entre la muerte y resurrección de Jesús hay un oscuro episodio, el descenso de Jesús a los infiernos, que no aparece en los evangelios pero sí en la Primera epístola de Pedro. Dentro del Evangelio de Nicodemo se puede leer que unos cuantos sacerdotes, un levita y un doctor de la Ley cuentan cómo, en el retorno de Galilea, les salió al encuentro una gran muchedumbre de hombres vestidos de blanco que resultaron ser los resucitados junto con Jesús. Entre ellos reconocieron a dos que se llamaban Leucio y Carino y que les contaron los maravillosos acontecimientos tras la muerte del Maestro, entre ellos su visita a los infiernos.


“Estábamos nosotros en el infierno en compañía de todos los que habían muerto desde el principio. Y a la medianoche amaneció en aquellas oscuridades como la luz del sol, y con su brillo fuimos todos iluminados y pudimos vernos unos a otros. Y al punto nuestro padre Abraham, los patriarcas y los profetas y todos a una se llenaron de regocijo y dijeron entre sí: Esta luz proviene de un gran resplandor. Entonces el profeta Isaías dijo: Esta luz procede del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Los antiguos patriarcas comenzaron a regocijarse de inmediato con la liberación que se les avecinaba, mientras que Satán prevenía a sus huestes a fin de que se prepararan para recibir a Jesús”.



Satán mandó reforzar las puertas del infierno, pero al conjuro de una voz celestial “se hicieron añicos las puertas de bronce, los cerrojos de hierro quedaron reducidos a pedazos, y todos los difuntos encadenados se vieron libres de sus ligaduras, nosotros entre ellos”. Entonces penetró dentro el rey de la gloria en figura humana, y todos los antros oscuros del infierno fueron iluminados. Enseguida se puso a gritar el Infierno mismo: ¡Hemos sido vencidos!”. Jesús tomó por la coronilla a Satanás y se lo entregó al mismo Infierno para que lo mantuviera a buen recaudo. Luego condujo a todos los patriarcas fuera del oscuro antro comenzando por Adán y siguiendo por Henoc, Elías, Moisés, David, Jonás, Isaías y Jeremías, Juan Bautista…


Sobre la resurrección de Cristo, el Evangelio de Pedro narra detalles tan curiosos como una cruz parlante que siguió a Jesús por los aires cuando salió de la tumba. Al recibir la noticia de la resurrección, Pilato ordenó que no se publicara dicho acontecimiento. Aquella misma mañana, María Magdalena acudió con sus amigas al sepulcro. Al encontrarlo vacío, un joven les dio la noticia de la resurrección y las mujeres huyeron aterrorizadas. Mientras tanto, los doce discípulos, sumidos en la aflicción, volvieron cada uno a su casa.


Por último, Jesús, según el apócrifo Evangelio de Felipe, hasta su último día de vida en la tierra, ”Tres mujeres caminaban siempre con el Señor: María, su madre, la hermana de ésta y Magdalena, denominada su compañera. Así pues, María es su hermana, su madre, y es su compañera.  Él la alaba más que a todos los discípulos y la besaba frecuentemente en la boca. Los demás discípulos dijeron; ¿por qué la amas más que a nosotros?. El Salvador respondió; ¿por qué no os amo a vosotros como a ella?”.


Algunos historiadores sostienen que en tales textos no cabe una interpretación sexual. Su carácter es puramente simbólico y las palabras no manifiestan sino que Jesús consideraba a María, efectivamente, la mejor discípula.